El puerto que se adormece, el puerto el puerto
El puerto que se adormece, el puerto el puerto
El puerto en el olor tenue desvanecido
Del alquitrán velado por las lunas
Eléctricas, sobre el mar apenas vivo
Se adormecen cansados los vagabundos
Bajo la nube de las chimeneas
Aún humeantes, aún unidas al cielo
Abrazándose en el olor del mar
Que mece sus amores y sus sueños
Es la fuerza que duerme, es la tristeza
Inconsciente de las cosas que serán
Es la vida que se mece en su ritmo
Fatigado. Está la nube negra
Encima y se extiende
Desde el vómito silencioso
Es la vida que se mece en su ritmo
Abatido, entre el dulce crujido
De los cordajes conversa reposa
La cabeza cansada y siente el mar profundo
Negro movedizo bajo la chata
Y las estrellas se apagan y la luz
Eléctrica lo hiere en el cerebro
Venus ha muerto
Es la hora en que el marinero de guardia
Espía al ladrón avanzar con pie firme
Y piensa en la gente lejana, antes del golpe fatal
Sobre el mar y sobre la tierra
Es la hora en que el gato roñoso
Que el mar enemigo escupió sobre la playa
Mira con ojos vacíos el negro juego de las olas
Es la hora que par los callejones profundos olorosos
A bacalao pasan las mandolinas
Frente a las muñecas semijudías en sus tronos
De avaricia y prostitución
Es la hora en que ronco se afana
El canillita en cantar las novedades
Bajo los portales y roen con ojos de gato
Los hinojos entre el griterío sordo y el arrastramiento de los pies
Es la hora del regreso voluptuoso
Del lobo y de la loba humanos
Sacra para el judío y la prostituta
A la infamia insatisfecha del mundo.
De Quaderno, 1911-12.
(Versión G.M.)
Original italiano:
Il porto che si addorme, il porto il porto
Il porto nell'odor tenue svanito
Di catrame vegliato dalle lune
Elettriche, sul mare appena vivo
Vi si addormentan stanchi i vagabondi
Sotto le nube delle ciminiere
Ancor fumanti, ancor congiunte al celo
Abbracciandosi nell'odor del mare
Che culla i loro sogni e i loro amori
È la forza che dorme, è la tristezza
Inconscia delle cose che saranno
È la vita che cullasi nel ritmo
Affaticato. Sta la negra nube
Sopra e si stende
Dal vomito silente
È la vita che cullasi nel ritmo
Affranto, di tra il dolce scricchiolìo
De i cordami ciacula riposa
La testa stanca e sente il mar profondo
Nero movente di sotto la chiatta
E le stelle si spengono e la luce
Elettrica lo fiede nel cervello
Venere è morta
È l'ora che il marinaio di guardia
Spia il ladro avanzarsi fermo
E pensa alle genti lontane su mare su terra
Prima del colpo fatale
È l'ora che il gatto rognoso
Che il mare nemico spruzzò sulla spiaggia
Guarda con occhi vuoti il nero giuoco dell'onde
È l'ora che pei vichi fondi odoranti
Di stoccafisso passan le mandòle
Davanti alle bambole semigiudaiche in trono
D'avarizia e di prostituzione
È l'ora che roco s'affanna
Il giornalaio a cantar la novella
Sotto i portici e scoiattolano con occhi di gatti
I finocchi tra il vociare assorto e lo striscio dei piedi Il porto nell'odor tenue svanito
Di catrame vegliato dalle lune
Elettriche, sul mare appena vivo
Vi si addormentan stanchi i vagabondi
Sotto le nube delle ciminiere
Ancor fumanti, ancor congiunte al celo
Abbracciandosi nell'odor del mare
Che culla i loro sogni e i loro amori
È la forza che dorme, è la tristezza
Inconscia delle cose che saranno
È la vita che cullasi nel ritmo
Affaticato. Sta la negra nube
Sopra e si stende
Dal vomito silente
È la vita che cullasi nel ritmo
Affranto, di tra il dolce scricchiolìo
De i cordami ciacula riposa
La testa stanca e sente il mar profondo
Nero movente di sotto la chiatta
E le stelle si spengono e la luce
Elettrica lo fiede nel cervello
Venere è morta
È l'ora che il marinaio di guardia
Spia il ladro avanzarsi fermo
E pensa alle genti lontane su mare su terra
Prima del colpo fatale
È l'ora che il gatto rognoso
Che il mare nemico spruzzò sulla spiaggia
Guarda con occhi vuoti il nero giuoco dell'onde
È l'ora che pei vichi fondi odoranti
Di stoccafisso passan le mandòle
Davanti alle bambole semigiudaiche in trono
D'avarizia e di prostituzione
È l'ora che roco s'affanna
Il giornalaio a cantar la novella
Sotto i portici e scoiattolano con occhi di gatti
È l'ora della rivolta voluttuosa
Del lupo e della lupa umani
Sacra al giudeo ed alla prostituta
All'infamia insaziata del mondo
De Quaderno, 1911-12.
Biografía:
Más allá de algunos datos dispersos, casi todos develados por él mismo, poco es lo que se sabe de la vida de Dino Campana. Nacido en Marradi (Romaña, Italia) el 20 de agosto de 1885, murió en un hospital psiquiátrico florentino el 1 de marzo de 1932 por una infección producto de unas lastimaduras hechas al intentar escapar por los alambrados.
Colaboró esporádicamente en las revistas culturales La Voce y Lacerba, y publicó un solo libro, Canti Orfici, en 1914.
Él mismo se dedicaba a su venta. Cuando conseguía vender un ejemplar arrancaba las páginas que consideraba que no podían ser entendidas por el comprador. Se rumorea que a Marinetti sólo le dejó las tapas.
Declaraciones de Dino Campana recogidas el 8 de noviembre de 1926 por el doctor Carlo Pariani en Castel Pulci:
“A los quince años fui al colegio en Piamonte: en Carmañola, cerca de Turín. Más tarde fui a la Universidad de Bolonia. No conseguí aprobar química. Y entonces me dediqué un poco a escribir y un poco a vagabundear. Estaba impulsado a una especie de manía de vagabundeo. Una especie de inestabilidad me impulsaba a cambiar continuamente... Yo debía estudiar letras. Si estudiaba letras podía vivir. No entendía la química, entonces me abandoné a la nada... Estuve algunos meses en prisión. Dos o tres meses en Suiza, en Basilea; por escándalo. Había peleado con un suizo: unas contusiones. No fui condenado. Tenía un pariente, me recomendó. En Italia, arrestado, y luego en mes de prisión en Parma hacia 1902-1903. He estado en el manicomio de Imola, del profesor Brugia: estuve allí cuatro meses. En Bélgica, depués de Imola, en el manicomio de Tournay otros cuatro meses... Desempeñé algunos oficios. Por ejemplo: templar el hierro; tamplaba una hoz, un hacha. Se vivía. Toqué el triángulo en la Marina Argentina. He sido portero en un círculo de Buenos Aires. Desempeñé tantos oficios [...] En la Argentina había olvidado hasta la aritmética. Si no, me habría empleado como contable... Hice de carbonero en los barcos mercantes, de fogonero. Hice de policía en la Argentina, es decir, de bombero [...] Estuve en Odesa. Vendía estrellas fugaces en las ferias [...] Conocía bien varias lenguas... Había venido a Italia desde Suiza para no desertar. En Italia vieron que había estado en un manicomio y no me llamaron a servicio. De modo, pues, que me quedé paseando... Vendía los Cantos Órficos [...] Si vendía aquel libro es porque era pobre... Todos me irritaban un poco. A los futuristas los encontraba vacíos, por ejemplo. Tenía una neurastenia fuerte... Una vez fui escritor, pero tuve que dejarlo porque tenía la mente debilitada. No conecto con las ideas, no sigo... Ahora es preciso que me ocupe de asuntos más importantes.”
Al regresar a Marradi desde Francia, decidió irse y, atraído por el encanto de las pampas argentinas, pronto se embarcó en Génova y llegó a Buenos Aires. En los meses siguientes, vagando casi siempre a pie, se fue a Bahía Blanca, Montevideo, Rosario, Santa Rosa, Mendoza, el ejercicio de las diferentes ocupaciones: sonador del triángulo de la Armada argentina, excavador, niño, novio, portero, el policía (o "bombero"). Para regresar a Italia, se embarcó clandestinamente en un barco: descubierto, trabajó como marinero para ganar el viaje. Así llegó a Odessa, donde hizo una larga escala. C. aprovechó la oportunidad para unirse a una compañía de bossiaki, una especie de gitanos, con quien fue a la feria a vender serpentinas. De colado, llegó a Amberes, donde visitó varios museos y vio la imagen en la cual se inspiraría para Il Cappello alla Rembrandt. A causa de sus extravagancias, conoce la prisión de Saint-Gilles y luego el asilo de Tournay (donde conoció a la figura singular, que proporcionó el pretexto para il russo, una de las páginas más inquietantes de sus Canti Orfici). Liberado, fue a París, y de allí regresó a Marradi.
Entre 1911 y 1912 reunió los frutos de una actividad poética que debe haber comenzado alrededor de veinte años. Estas son las cuarenta y tres composiciones que, tras haber sido transcritas por C. en un cuaderno escolar encontrado en su casa muchos años después de su muerte, componen esa sección que se conoce con el nombre de Quaderno.
“En medio de sus vagabundeos, en su constante errar entre prisiones, sanatorios, países y oficios diversos, Dino escribe y reescribe su único libro que da por terminado en 1913. Para 1914 nuestro poeta se decide a cubrir la distancia que separa Marradi de Florencia, unos sesenta kilómetros, usando como medio de transporte sus propias piernas, con el único objetivo de encontrar un editor para su obra. Su propósito es hacer entrega del manuscrito al pintor futurista Ardengo Soffici y al célebre escritor y editor Giovanni Papini, directores de la prestigiosa revista Lacerba una de las más influyentes del momento. Al encontrarse con Papini, por entonces editor de La Voce, Campana le entrega el manuscrito titulado “Il piú lungo giorno” (“El día más largo”), con la ingenua esperanza de la publicación o, por lo menos, recomendaciones, referencias de otros editores. Pasan los días, Dino espera semanas completas sin escuchar más que un incomprensible silencio, y, al final, al enterarse de que Papini abandonaba su trabajo editorial, nuestro poeta le escribe suplicándole que lo atienda. Nada, sólo silencio, la carta nunca recibe respuesta. Desconcertado, Dino acude a Soffici exigiendo que le devuelva el manuscrito y explicando que esa es la única copia que existe de sus escritos; Soffici se digna responder, pero su respuesta resulta demoledora para la frágil estabilidad mental del poeta: el manuscrito se ha extraviado en una mudanza y no aparecerá hasta 57 años después cuando, en 1971, la viuda de Soffici lo encuentra entre los papeles de su marido. Desmoronado, devastado, al borde de un colapso, nuestro poeta se empeña frenética y febrilmente en reescribir su obra de memoria, posiblemente con ayuda de algunas notas que conserva, y, finalmente, edita por su cuenta sus poemas en la imprenta local de Marradi, ahora con el título de “Canti orfici” (“Cantos órficos”). Cabe anotar que, cuando eventualmente la viuda de Sofficci encontró el manuscrito de El día más largo, sorprendió la fidelidad con que los Cantos órficos se aproximaron a su primera versión. Una vez editada su obra, Campana, aguijoneado por el hambre, se resigna a vender su libro aunque no está dispuesto a venderlo a cualquiera, y, en consecuencia, se desarrolla la escena descrita al inicio de estas líneas, escena que Soffici pinta con estas palabras:
“Un individuo simpático y considerado inteligente quizás podía obtener los Cantos con el autógrafo del poeta; un simple burgués recibía solo el libro o peor, sin la primera página ni la cubierta; si luego se trataba de un tipo ordinario claramente ajeno a las artes, Campana no se lo daba sin antes quitarle delante de él las páginas que consideraba demasiado elevadas […] A algunos estúpidos presuntuosos que se las daban de escritores llegó a no entregar más que la cubierta y pocas páginas que él consideraba poco lograda]“.
Ello contribuye a que su obra sólo encuentre algún eco en el restringido círculo de sus amigos más inmediatos; no obstante, catorce años después, la reedición de los Cantos órficos en 1928 le trae la fama y el reconocimiento de sus contemporáneos, pero para entonces, Dino Campana ha estado internado por diez años en el Hospital Psiquiátrico de Castel Pulci del que ya nunca saldrá. El primero de marzo de 1932, Dino falleció en Castel Pulci debido a una septicemia, posiblemente consecuencia de una infección contraída al saltar la alambrada que rodeaba el sanatorio en un intento por escapar. A su muerte es enterrado en la iglesia de Badia a Settimo, iglesia que durante la segunda guerra mundial fue bombardeada por los nazis.
Ahora bien, en la poesía de Campana no es posible adivinar un único estilo, la suya es una poesía de múltiples voces que encierra paradojas, contradicciones, elementos antagónicos que se funden y confluyen en una voz personalísima que toma símbolos y temas antiguos para proyectar y expresar la angustia y el dolor del ser humano contemporáneo; pero no se trata de un paisaje plagado de nubarrones grises, Campana canta y se derrama en himnos ofreciendo el espectáculo de una poesía pura, a veces demasiado ruda, descuidada en apariencia, versos que remiten al instante primigenio de la creación poética. Sobre este poeta, que se resiste a ser encasillado en convenciones literarias, Curzio Malaparte advierte:
“En su locura de poeta emergieron visiones nocturnas, de un día que se precipita rápidamente en la melancolía de la noche, en el temblor nocturno, en la oscuridad del espíritu […] La pureza deriva de Campana de una infantil, fallida mediación con la realidad que lo circunda. El solo instrumento es la palabra, incomprendida, rechazada, escondida (el manuscrito perdido, sus versos recompuestos en un desván en 1931) que quedó incontaminada precisamente porque no fue usada, no fue explotada. Perla de una ostra que el hado ha vuelto aislada, encerrada. La poesía no tolera reclusiones, el canto es liberación de los afanes, es deseo, es sueño, recuerdo, futuro que fluye y ahoga la palabra constreñida al silencio de Dino Campana, se desprende y se alza como grito, como hoja, como luna eléctrica, como pura energía poética.”
Por otra parte, cabe señalar que la poesía de Dino Campana no se reduce al verso, de hecho, los Cantos órficos abren la puerta de entrada a su poético mundo con un largo poema en prosa titulado La notte; esta prosa poética no pasa desapercibida a Curzio Malaparte quien anota:
“La prosa de Campana es pura poesía, pura y disonante como bronce de campana, como el vacío de la noche, agujero negro que chupa su espíritu tan necesitado de ser reconocido, como enfermo, como persona, como poeta.”
También cabe anotar que el título del poemario no es fortuito, por el contrario, indica claramente la posición del poeta respecto de la tradición lírica italiana. De un lado, la palabra “Cantos” hace referencia a una larga tradición en la lírica italiana; recordemos que, en principio, el canto hacía referencia a un tipo de composición lírica que tenía por fin ser cantada, no obstante, en la tradición italiana el canto hace referencia a las partes de una composición poética de considerable extensión; para ilustrar este punto recuérdese el ejemplo por antonomasia en la poesía italiana: la Divina Commedia, un extenso poema subdividido en 100 cantos; en el caso del poeta que nos ocupa, la palabra “cantos” alude más bien a una deuda con el poeta Giacomo Leopardi en cuyos cantos, cada composición puede entenderse como parte de un conjunto único, pero no pueden definirse como subdivisiones de un extenso poema[4]. La segunda palabra del título “Órficos”, alude a una ruptura, un rechazo de las tendencias poéticas que circulaban en la Italia de Dino; El título también remite a los misterios órficos de la antigua Grecia, al arcano silencio cuyos secretos sólo se descubren al iniciado; de este modo, Campana dota a su poética de un simbolismo que cubre sus palabras bajo un velo de misterio que sólo pueden penetrar unos cuantos elegidos, lo que nos trae la imagen del poeta arrancando páginas de su libro antes de entregarlo al futuro lector.”
http://revistamito.com/dino-campana-el-poeta-maldito-italiano/
Bibliografía:
-Canti Orfici, Tip.
Ravagli, Marradi, 1914.
-Inediti, a cura di E.
Falqui, Vallecchi, Firenze, 1942
-Taccuino, a cura di
Matacotta, Edizioni Amici della Poesia, Fermo, 1949 (poi in Taccuini, edizione
critica e commento di F.Ceragioli, Scuola Normale Superiore, Pisa, 1990)
-Taccuinetto faentino,
a cura di D. De Robertis, Vallecchi, Firenze, 1960
-Fascicolo marradese
inedito del poeta dei "Canti Orfici", a cura di F. Ravagli,
Giunti-Bemporad Marzocco, Firenze, 1972
-Il più lungo giorno.
I. Riproduzione anastatica del manoscritto ritrovato dei Canti Orfici, II: Il
testo critico, a cura di D. De Robertis, prefazione di E. Falqui, Archivi di
Arte e Cultura Dell'Età Moderna - Vallecchi, Roma-Firenze, 1973 (Poi su CD-ROM:
Vallecchi, Firenze, 2002
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